POEMAS PERDIDOS: René Alberto Vera Contreras

René Vera Contreras (Mérida, Yucatán, 1982). De formación autodidacta, se establece en Quintana Roo, tras sucesivas residencias no consecutivas durante veinte años. Ha tomado el taller literario de Joaquín Bestard Vázquez, el de narrativa de Miguel Ángel Meza, y los de poesía de Ramón Iván Suárez Caamal. Ha sido colaborador en la gaceta y agenda cultural El Gaviero, y en las revistas Salvo el crepúsculo y Tropo a la uña. Ha publicado poemas en los Cuadernos del taller literario K´uuxeb de la UADY, en Salvo el crepúsculo y Tropo a la uña entre otras. Imparte talleres de narrativa en la ciudad de Cancún y Playa del Carmen. Fue editor en la revista Tropo a la uña y director de la editorial LetraMar, proyecto editorial del Centro de Creatividad Literaria de Cancún. Actualmente participa en proyecto Editorial Cuarto Trébol y es mediador de lectura en la Sala de Lectura Hojas de Hierba.
Correo electrónico: albertoveera@gmail.com


 

 

POEMAS PERDIDOS

 

1

 

Obstinado, he bajado hacia tu falda

de norte a sur, como un loco.

Y así, casi muerto de fuego besé tus piernas

que fueron sal,

que fueron siglos,

que fueron un manicomio.

Lo que me sucede es que inicié por tu cintura.

De iniciar por tu cuello podría haber deletreado tus pechos con mis manos.

Entonces no estaría tan loco y podría dar los buenos días 

Y escribir poemas invisibles, 

pero no, 

estoy lleno de infinito

y mi 

lenta 

memoria

aún recorre tu piel con mi boca.

 

2

Quién trae la noche a nuestro jardín silencioso

a la tierra desatada que ocupan nuestros cuerpos

 

Somos los mismos, y otros

en ese campo de batalla

 

Somos los sueños

que en el intento de escapar niegan el apremio de los días

 

En ese silencio vienes a mí para iniciar un rito

 

Me abrazas como humo

como las llamas para iluminar la oscuridad y la pasión

 

El sueño queda a la puerta del verso 

en el límite de la noche

mientras el diluvio de caricias incrementa

 

Quién trae la noche con sus sábanas blancas 

importa, porque negados a la derrota nos descubrimos

para cubrir con cruces nuestros pechos.

 

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