Miguel Ángel Meza (2da parte)

Compartimos la segunda parte del material compartido por Miguel Angel Meza a través de Plataforma Colectiva.


Vendedor de baratijas

Pido clemencia por usurpar estas esquinas
el sol de estos semáforos tan puntuales
la marea del ruido: sus risas y sus cláxones:
la sal toda del día que carcome mis heridas
Indúltenme por plantar
en el campo visual de esta mañana de humo
mi angustia y mis árboles desnudos
mi estatua de lodosa certidumbre
la vara quebradiza de mis manos
mi camisa cansada de beber el sudor de mil raíces
el zumo amargo de mi vida a flor de piel
Solo vine a exponer la utilería de mis huesos
el drama de este cuerpo que ha dejado de sonar
los labios resecos de la noche
ahogada en el pozo cegado de mi frente
Vengo mutilado de horas y sonrisas
con las estrellas del camino clavadas en los pies
y ya no puedo caminar en esta ciudad 
que ha tropezado consigo misma
Perdón por ensuciar estas esquinas
Perdón por mi desesperanza
el único vino que he venido a vender
 
(El rostro que habitamos, 2015)

La ciudad recibe a la forastera

A ti ofrezco estos pendones
por ti abro este horizonte sin ataduras
que despliega abanicos de incierta luz
primaveras de algarabías y pesares 
la aventura de un mar de tobogán azul
 
Su enigma y su máscara te ofrecen la llave
abren para ti el laberinto que te descifra
el lenguaje en que las perlas dictan su belleza 
y bajan por la sangre que nos une 
en el encuentro de nuestras pieles liminares
 
Escucha esta palabra:
la cristalina caída de sus aguas
es desprendimiento abrupto pero musical 
que golpea el oído de tu corazón más primitivo
y hace vibrar tus nervios aunque resistas
 
Escucha: tus venas bailan 
al tocar el son estas palabras
tus piernas danzan 
al caer cada sílaba en la tierra 
como semillas alegres de la mañana 
 
No ignores este diapasón que cimbra tu cuerpo
no impidas el goce de tu piel en estas palabras
que saben llegar a sitios recónditos de tu risa
a pesar de las sombras que amenazan tus espejos 
 
Entra a este sótano fosforescente sin preguntar
confía en la magia sinuosa y tibia de este abismo
donde encontrarás tu rostro inmaculado
el mar donde se hundió por primera vez 
el canto de la tribu nacido en torno a la fogata
 
Hay un lazo entre tu voz enmudecida 
y mi silencio lleno de trinos y señales sonoras
un puente entre las esquirlas de tu asombro 
y la feliz noticia de este socavón de palabras 
cuyos secretos al fin nos liberan al desquiciarnos
 
Te regalo el sigilo de esta voz 
que recala en tu vientre:
rocíalo con tus aguas tiernas
con el ámbar de tu mirada.

LA CASA SONÁMBULA

Decir que mi casa flota es decirlo todo
                                       y habría que callar
porque a nadie ayuda el viaje de este barco
                                         por aguas irredentas
despiertas a su manera sonámbula

Decir que camina con ese aire de ancianidad
con ese remanso de lasca vieja
no agrega tampoco realidad ni al patio trasero
ni al perro de la tarde que aúlla a las turistas
envueltas en la embriaguez del aire

Decir que mi casa canta es la única verdad posible
en la garganta de algunos locos no reconocidos
que beben agua de luna a esta hora
y pasean miradas de niebla
en el dulce mareo de sus alucinaciones

Pero habría que parar y no decirlo todo:
¿a quién le sirve saber que mi casa se ahoga
cada noche en el vaho de los ausentes
                                          a las tres de la mañana?

Sí: se asfixia con una impertinencia visionaria
cuando la vigilia inyecta su madrugada
                          en el lecho de todos
                          en la reyerta insomne de la cópula
                         en el hielo del horror sin nombre en la mirada
                         y ella se cree la única despierta
                             el único vertedero del albañal de sombras


BOSCO ES UN GATO

(…) los gatos empezaron como
compañeros de alma, como
Familiares, y nunca se han
desviado de esta función.
W. S. Burroughs
Atropellaron a Bosco
Lo acabo de enterrar
Lo atropelló la madrugada
con sus faros sin clemencia
Cuando lo hallé al rayar el alba
lo había incinerado ya la luna
con el fulgor envarado 
de su llanto de tinta láctea
Era un felino inmortal
No entiendo qué pasó
Deseó probar quizá en el salto líquido 
de un segundo el alimento de los dioses
No se conformó con la cifra de su nombre 
donde había hilos mágicos enredaderas
ensalmos toda suerte de invocaciones
que colmaban el óleo de nuestros días
Prefirió volcar en la tela de la muerte 
su delirio de visiones y tormentas:
la quimera de su maullido de coral 
el navío de su sedentarismo grácil
el disfraz de su silencio azul
derretido en el fragor de mis miradas
Al igual que gatos célebres
inventaba hoyos en el tiempo
para colar el insomnio de la noche  
en minutos que enloquecían el reloj
en horas que se mareaban en un bostezo
Supo arañar puertas en el aire
y saltar de las chisteras del silencio 
como si el jardín de aguas milagrosas 
tendiera puentes y abriera ventanas
por donde asomaba el ojo de mi sombra
Poco había que enseñarle: 
él traía la libertad tatuada en el pelaje
que se caía generoso a cada lengüetazo
a fin de combatir la depresión de los encierros
la jaula inútil del amor y sus candados.
Atropellaron a Bosco
Lo acabo de enterrar
Era un felino inmortal
No entiendo qué pasó

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s