De origen Chetumaleño pero nacionalizado Chilango: Luis Miguel Aguilar Camín.

Este poeta y ensayista es más Chilango que Chetumaleño. A temprana edad se fue a vivir a la ciudad de México, -dicen que cada verano bajaba a Chetumal para visitar su familia y comer Rice and Beans-. En una entrevista que  publicó el portal Nexos; el poeta Aguilar dice que desde niño empezó por leer poemas como «El declamador sin maestro», los buscaba, lo copiaba desde niño. En su casa había discos de declamadores, los escuchaba y los memorizaba.

Su hermano Hector Aguilar Camín dice que es el mayor poeta de su generación, sin duda hay que analizarlo con más calma, pero será en otra ocasión. La ultima vez que se le vio juntos a los hermanos Aguilar por tierras caribeñas fue en el marco de la IV Edición del Festival de Cultura del Caribe que se llevó a cabo, del 15 al 23 de noviembre, la Feria Internacional del Libro (FIL) 2014 del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Luis estudió Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido director de Nexos y miembro del consejo de redacción de La Cultura en México. Colaborador de La Crónica de Hoy (columnista de “Luna de Enfrente”), La Cultura en México, La Jornada, Nexos, Revista Universidad de México y Unomásuno. En 2001 publicó en la editorial Cal y Arena una versión de las Fábulas de Ovidio. Becario del conaculta, en poesía, durante 1990. Ha publicado Medio de construcción (1979), Cuentos y relatos norteamericanos del siglo XX (antología; 1982), Chetumal Bay Anthology (1983), La democracia de los muertos. Ensayo sobre poesía mexicana, 1800 a 1921 en 1988, Suerte con las mujeres (narrativa; 1992), Poesía popular mexicana (antología; 1999), Fábulas de Ovidio (traducción; 2000), Pláticas de familia. Poemas y prosas (2007) y El minuto difícil. Poemas reunidos, 1979 a 2007 (2009). En el 2010 ganó el Premio de Penn Club México por Excelencia literaria y en 2014 le fue otorgado el Premio del Festival Internacional de Poesía «Ramón López Velarde.

A contrario de los poetas de su generación que radican en el Caribe la poesía de Aguilar tiene esbozos narrativos (autobiográficos), va contando una historia con guiños poéticos. Él mismo dice que el tipo de poesía que hace tiene una historia, hay algo que empieza y tiene un sentido de un final. Siempre hay algo narrativo.

Opina José Joaquín Blanco: “la poesía de Luis Miguel no se parece a ninguna otra que se esté escribiendo o que e haya escrito en México durante las últimas décadas”.

El portal Unión Cancún lo mencionó como unos de los  4 escritores más destacados de Quintana Roo junto a Javier España, Juan Domingo Arguelles y Héctor Aguilar Camín. A pesar que su carrera artística no lo hizo en la tierra que lo vio nacer no quiere decir que no tenga sangre chetumaleña.

 

Aquí una prueba de su pluma.

 

CESARE PAVESE

Sólo hay un modo de hacer algo en la vida,

Consiste en ser superior a lo que haces.

No hay modo de escribir un buen poema

Si tú no eres mejor que ese poema.

Cada fantasma que dejas de matar

Es um poema menos; has perdido

Tus textos peleando un ódio absurdo

has envarado

Tu esfuerzo en un conflito inútil. Pero

No hay modo de escribir literatura

Si no eres superior a lo que escribes.

 

Del libro de poesía: “Medio de construcción”, 1979

 

MEMO, MOTOCICLISTA

Hasta aquí vine a dar por mi inconciencia.
¿Qué otra cosa puede hacerse en Chetumal?
Yo no sé los demás. Todas las tardes

Me subía en la moto Honda más hermosa
Y veloz que llegó a verse en este pueblo. No ignoraba
El modo lamentable en que murieron
Jonás, Asar, Ignacio, El Pato, Tebo
—Mis mejores amigos, desde siempre—
A causa de las motos. En cada una de esas muertes
Sentí miedo; todas eran como avisos continuados
De algo superior, Dios o el destino.
Pero nadie que haya sentido alguna vez
El modo en que la moto va exigiendo
Una cuota mayor de rapidez
Para el solo alimento de la máquina,
Ignorará por qué todos nosotros
Decidíamos, al fin, correr el riesgo.
Me estrellé contra un camión materialista
En el entronque de Héroes y de Hidalgo.
Ya estaba sobre aviso; sin embargo
El día en que me llegó de California
El catálogo de máquinas en venta
Exhibiendo en la portada esa hermosura
Que era la Harley-Davison / 1200,
Mandé  el pedido diciéndome a mí mismo
Que mi mano entrando en el buzón
Era un equivalente irreversible
De estar firmando mi sentencia de muerte.

 

Del libro de poesía “Chetumal Bay Anthology”, 1983

 

(Otros poemas)

 

CONCLUSIONES

Se pierden las Mont-Blanc; quedan los Bic.

Y uno se da de topes

Contra las mesas, los escritorios, las repisas

Y contra el hoyo negro del presente

Donde perdimos para siempre

Eso imperdible, ese monte, esas nieves

De antaño.

Rueda el pasado Irrecobrable

Sobre el piso del otoño.

Se pierden Las Mont-Blanc; se pierden

Los grandes recuerdos; sólo un bolígrafo Bic

Y éste incluso con muescas, sin tapa, mordido,

Ya con el plástico lívido.

Con cataratas, mellado —queda, cuchillo de palo,

En la casa del herrero.

Y en la ocasión solemne en que la muerte

Llega a la casa de uno para firmar

Su sentencia no menos solemne, no encuentra nada

Con qué apuntar

A la altura de un gran monte, puesto que a esa hora

Vemos que perdimos las Mont-Blanc; inútil ir en busca

De aquello que con ellas escribimos:

El brillo que era ya convicción

De un asidero, un nombre

Promisorio, un infalible

Número telefónico, gloriosos

Mediodías, el paradero

Del médico imbatible, la ruta de evasión

Hacia la noche; sólo queda

Alguna inútil dirección

Borroneada en papelito, con un Bic,

Como la única muy pobre

Pero intacta

Certeza del recuerdo.

Digo que llega incluso la muerte

Y hace como que viene en busca de Mont-Blancs

Como si no

Se hubiera llevado ya esas plumas

Esos montes, esas nieves Previamente.

Quedan los Bic; perdimos las Mont-Blanc

Siempre a destiempo, siempre antes del invierno

En algún mundo

Donde siempre

Se pierde algo del mundo, y sólo hay Bics

Y otoño.

Se pierden las Mont-Blanc.

Quedan

Las cenicientas, los silencios, los trapos, las manías.

Las huellas anilladas de los vasos

En las viejas mesas de noche: lo que siempre

Quisimos perder, y resultó

La única sombra canina y fiel.

¿Quién tiene las

Mont-Blanc?

Miren: un

Bic.

 

 

Canas

 

Desde el espejo.

Me ha saltado a las cesas

Un polvo de años.

 

 

El cielo y mis libros

 

Cuando te mueras –dice

Mi hija Mercedes –Todos

Los libros de tu librero

Deben morirse contigo.

Si no podrán

Irse al cielo contigo.

Y que aburrido

Para ti

Que no se mueran tus libros.

Aparte, aclaro, de que

Algunos de tus libros

En el cielo

Yo creo que ya

No puede conseguirse.

 

Luis Miguel Aguilar Camín, poeta mexicano, lee sus poemas. Grabación de Pascual Borzelli. La Otra, revista de poesía, 2017.

 

 

Donde quieras que te encuentres estimado poeta te mandamos un fuerte abrazo y un saludo desde el caribe mexicano. Cuando vengas avísanos para llevar nuestros libros y los autografíes. Aquí la banda colectiva te espera. Saludos siempre.

Postdata:

Salúdanos a tu carnal.

 

 

Texto: Colectivo Colectivo

 

 

Referencias:

  1. García Abreu, (2015). Una manera de leer escribiendo y escribiendo leyendo: Entrevista con Luis Miguel Aguilar. Ciudad de México: nexos. https://www.nexos.com.mx/?p=24281
  2. Enciclopedia de la literatura en México, (2017). Luis Miguel Aguilar: Ciudad de México: Fundación par las letras mexicanas: http://www.elem.mx/autor/datos/10
  3. Unión, (2017). Los cuatro fantásticos de la escritura de Quintana Roo nacieron en Chetumal: Cancún Quintana Roo: http://www.unioncancun.mx/ 

 

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