Enrique Medina Zarazúa (Ciudad de México, 1970). Ha participado en lecturas dramatizadas y en la organización de actividades literarias. Es integrante de la Sala de Lectura La Tlacuila.
SIEMPRE LO SUPE
Llevo clavado al cuerpo tus amaneceres
colgado de un hilo al cuello
mil y un noches caminatas bajo la lluvia
callejones inundados de flores
charcos como espejos de la luna.
En los muros dejé la víscera cardiaca
junto a un graffiti pasional y un reclamo,
es mi huella.
Me lanzas una maldición y duermes
fumaré la madrugada bajo tu ventana,
querré decir, mira:
no es una invención este tatuaje
ni la cicatriz en la cara
ni mis costras, amor, ni mis costras
trabaja bien tu voz de navaja oxidada.
Ahora sabes
soy un acróbata borracho que baila
a orillas del precipicio de tus ojos.
¿Qué vas hacer
darme besos con cicuta
o atarme a un árbol en el bosque del pasado?
No olvides,
soy un perro que conoce mejor que tú
el camino a casa.
TE DESVANECES
De tu mar embravecido
solo queda sal.
No escucho ya el sonido de tus olas.
Nada
ni un suave lamento
nada,
océano de silente olvido
que en su eterno retorno
deja solo arena en mis manos.
Te desvaneces niña liquida
el sol del tiempo te evapora.
A VECES
A veces uno tiene polvo en las manos
partículas de, no sé qué vestigios,
y de pronto el mar
o la lluvia
deja nada,
salvo la bestia negra
que endurece los nudillos.
Ojalá hubiera más;
una flor, una navaja,
alguna herida,
no solo el chirriar de la madera en este muelle
y el aullar de la jauría en Puerto Juárez.
DEBERIA FUMAR CRACK esta noche
quemar la garganta con Bourbon barato.
Lamer un papel lisérgico
hasta mirar un halo diabólico
hasta cantar a gritos
y salir a caminar donde invoco un asalto
algo parecido a un suicidio
o como una muerta asistida.
Debería llorar por la belleza que hay
en el reflejo de la luz de una patrulla.
Resguardar algún cadáver
y beber hasta el hartazgo
para no llegar a casa
cansado de rutina
a preguntar
¿Qué tendremos hoy para la cena?