Eugenia del Socorro Grifaldo Tzab. Originaria de la Colonia Yucatán, actualmente radica en Cancún. Tiene un libro publicado “lluvia Negra” Editorial Alebrijez.
Mi difunto hermano
Recuerdo cuando llegué a casa
y lo vi en el féretro tendido,
las piernas se me doblaron ¡y tuve mucho frio!;
las rodillas se me doblaron,
¡hay hermanito querido!;
parecía que estuvieses dormido.
La casa muchos visitaron;
no sé si fue curiosidad o cariño,
pero de flores y coronas la llenaron
dedicadas a mi hermanito querido.
Sentí en esos momentos desfallecer,
te juro, ¡no lo podía creer!;
habías partido de mi lado
sin haberte dicho cuanto te había amado.
Te tuve junto a mí
casi veintinueve años
y no hice mucho por ti
y eso, eso me hace mucho daño.
Casi toda la noche no me alejé de tu lado
y cuando lo hice fue por tomar café
o fumarme uno o dos cigarros;
acariciaba tu cara, tus manos y tu pecho
esperando verte respirar un momento.
De todos los ahí presentes
no sé si era la más dolida,
aparte de mamá obviamente
que estaba demasiado deprimida.
Muchos llegaron y juntos rezamos el rosario,
así toda la noche nos acompañaron.
Amaneció y yo seguía ahí a tu lado
y no faltó quien se acercará y me dijera: “Ya déjalo ir, entrégaselo a Dios”.
Con mis dedos intenté cerrarte los ojos,
pero aún no te dejaba partir,
y tuve que ponerte una cruz entre las manos
y para siempre despedirme de ti
diciéndote: “Dan te dejo ir, ya puedes irte con Dios”,
y en el mismo instante cerré tus parpados.
Llegó la hora de llevarte al camposanto
y puntual llegó la carroza;
uno a uno recogimos los ramos de rosas,
las coronas veladoras
y todos vestidos con ropas negras
para llevarte a tu nueva casa,
si faltar el “lobo” que tapó el paso
como si quisiera cerrar las puertas;
como no permitiendo salir;
él tampoco quería dejarte partir.
Una fila de autos para el cortejo fúnebre;
parientes, conocidos y amigos;
todos al cementerio fueron contigo,
y yo con el corazón roto
y el alma hecha pedazos
te obsequié un clavel rojo
y agua bendita entre los labios.
Cerró el sepulturero tu sepulcro
y sentí un vacío eterno en el corazón,
y con la cabeza cabizbaja y tristeza en el alma,
de camino a casa te recé una oración.
No soporto ver a mi madre llorar
¡No soporto ver a mi madre llorar!
siento que mi corazón se va a desgarrar,
recuerdo la primera vez que la vi sufrir
fue cuando a su hijo no vio llegar
porque el muy ingrato, se fue a festejar.
¡No soporto ver a mi madre llorar!,
recuerdo que la vi sufrir en segunda ocasión,
fue cuando vio a su hijo para siempre partir
y sentí que se me hacía pedazos el corazón.
No soporto ver a mi madre llorar,
se me parte el alma cuando una lágrima suele derramar,
la he admirado por ser fuerte y valiente
y sus penas ha sabido afrontar.
No puedo sacar su tristeza de mi mente
al sentirse burlada y traicionada
por alguien a quien su vida ha entregado
sin importarle todo lo que ella le ha dado.
No soporto ver a mi madre llorar,
quisiera cambiar todo su dolor,
a ella no le gusta mostrar su rencor
ni su tristeza, alegría ni temor,
pero hay cosas que no se pueden ocultar
aunque con un dedo lo quieras tapar.
¡No soporto ver a mi madre llorar!,
a su corazón quisiera entrar
y todo dolor de ella arrancar
para que ni una lágrima vuelva a derramar.
No te olvidaré (Jamás te olvidaré)
Hoy tengo mucho sentimiento
y muchas ganas de llorar,
ya que te tengo en el pensamiento
y por ello me puse a rezar.
Cada día de mi vida es más grande mi pesar,
aunque me comporto muy valiente,
¡jamás, jamás te he de olvidar!
Ante los demás sonrió y estoy alegre
aunque por dentro esté muriendo,
no sabes cuánto lamento;
el que ya no estés conmigo en este momento.
Te necesito tanto hermano de mi vida
y no sé cómo superar tu partida,
creí que en el trabajo, un poco me olvidaría,
pero no es cierto, ya que te extraño día a día;
olvidarme de ti nunca lo haría,
pero si creí que algo me distraería,
yo sé que tu estás en el cielo
y por eso digo: amén Jesús y María;
a Danielito yo sé que ustedes cuidarían.
Se me parte el alma y el corazón
y sé que a mamá de ti no le debo hablar;
ella te quiso y te quiere mucho,
pero su dolor no le debo recordar,
y mi único refugio es ponerme a rezar
para que puedas eternamente descansar.
Aflicción
A veces quisiera cortarme las venas
o cortarme la yugular
para así acabar con mis penas
porque nadie me ha sabido amar.
Otras veces quisiera tomar veneno
o tirarme al más profundo pozo
porque ni yo misma me entiendo
y porque la vida ya no la soporto.
Tengo la mente confundida
el corazón pequeño y encogido,
el alma la tengo perdida
todo lo tengo mal entendido.
No se vivir, disfrutar y gozar
yo solo se ¡cuánto puedo amar!
y cuanto amor puedo entregar,
pero nadie se lo ha sabido ganar.
He amado con todo mí ser
pero nadie lo ha sabido valorar,
pero así como puedo amar
también puedo prontamente olvidar.