Omar Ortega Lozada. Apan, Hidalgo, 1978. Integrante del taller literario Syan Caan de Bacalar, Quintana Roo. Fue director de la revista literaria Sonarte. Autor de los cuadernos de poesía Matices de la piedra, Donde la noche se hace llama, La suerte de las aguas y Aleteos de colibrí. Poemas suyos han sido publicados en diversas antologías y revistas impresas y electrónicas. Obtuvo el tercer lugar en el Concurso Nacional de Literatura ISSSTE 2015 y el Premio de Poesía Rosario Castellanos, otorgado por la Universidad Autónoma de Yucatán, en los Juegos Literarios Nacionales Universitarios 2016.
Deshojar las rojas margaritas de los techos
al calor de dilatados jornales donde el tedio levanta su asfixiante
[bostezo de sopor y bruma
y la frescura es una virgen mancillada por la lascivia del sol
el miedo escoge meticulosamente los indelebles signos
[con los que tatuará su nombre en los ojos de la reminiscencia
con la delgada tinta del agua
con la insistente aguja del viento
con los diversos disfraces que ansiedad y muerte intercambiarán
[por instantes a orillas de la playa
la azarosa voluntad del mar y un sol atragantado de luz
lanzan sobre el mantel del oleaje las ruinas
[que escribirán nuestra suerte
–gotas de cera sobre las llagas de los desposeídos–
pues una insoportable quietud se macera lentamente
[en los belfos de las aguas
como frutos cuya empalagosa tesitura se sazona
[en las exuberantes ramas de los trópicos
la tranquilidad tambalea sobre la cuerda floja
cuando la certeza se vuelve un balde de agua fría
[en la agostada tensión de la duda
es así como el hálito de eolo abre la caja de pandora
y asigna letra y género a la sombra del desasosiego
quien escribe su nombre en un gafete
[–quizá wilma o katia irma o josé–
y se presenta en cada puerta ataviado
[con una almidonada insistencia de marchante o predicador
el turbado y ojeroso rostro del cielo
sopla un fémur cuyo silbido anuncia a la congoja
[y su innumerable séquito de pesadilla
y dispersa su lacónico conjuro de ave rapaz
[por las calles para llevarse los restos de calma que en otras tardes
[se apilaban por montones
gimiendo con insistencia que los hombres
[no son de marte ni las mujeres de venus
–mucho menos del atlántico o del pacífico–
que ambos provienen del punto rojo de júpiter
de ese asfixiante desvelo
de ese iracundo trasiego de tertulias insurgentes
[quienes con dolo guardaron la cálida ira de su andar
y así suelta las amarras de invisibles
[bestias nutridas al calor de la angustia
el viento bufa y embiste como minotauro
[cuya sentencia es mirar su imagen en espejos encontrados
mientras la lluvia se desgrana
[en inconmensurables perdigones que acribillan al silencio
¿acaso mar y cielo guardan resentimiento hacia los hijos pródigos?
la sórdida algarabía azuza el prensil abrazo de la congoja
el asombro se mide en largos y beligerantes nudos en la garganta
en mullidas y sofocantes extensiones que giran contra toda súplica
contra todo deseo
contra el monótono giro de las manecillas del reloj
un ojo inquisidor juzga a diestra y siniestra
y la condena es permanecer una breve temporada
[en islas de concreto madera o paja
[donde se ancla este cieguisordo infierno
donde justos y pecadores pagan sin distingo
¿en qué nivel nos encontramos virgilio
[que el cuello nos llega hasta el agua?
¿por qué el palo de lluvia se desfoga
[y la flauta de pan sostiene con insistencia
[la nota más aguda en esta gastada melodía?
mi alma se desgaja como rama de un árbol atado al suplicio
es la atribulada pluma de un ave rezagada
[del grupo de oraciones confinadas a la vicisitud y al caos
en este convulso frenesí de fantasmas
aquellas bestias nos regresan las imprecaciones
[que alguna vez les proferimos
y a la calamidad le da por deshojar las rojas margaritas
[de los techos donde se halla
[un contrito rosario de miradas
en esta anegada polución de incertidumbre
[donde cada quien es un maltrecho paquebote a la deriva
algunos intentan tapiar ventanas con ahogadas preces
[apenas saltan del muelle de los labios
buscan atrancar puertas con la luz de los cirios
[y anudar los pertrechos con la insistencia de carcomidos nervios
mas es imposible detener el golpe asestado por el tiempo
el suplicio estira su larga osamenta
[y pareciera no tener para cuando levantarse
pues los segundos también fueron sacudidos
[en este acuoso manicomio
después de la resaca comienza el recuento de los daños
es el sol quien extiende su dorada amnistía de borrón
[y cuenta nueva sobre el
[recatado andar de virginales olas
bastan unas horas para purgar nuestros pecados
un viacrucis para levantar el rompecabezas inconcluso
[donde la desolación apostó su reducto
[y luego regó con desdén en su campante paso por esta hoja
y un instante para corregir las líneas
[que a diario nos aferramos a escribir sobre la tierra