Por: Mauricio Ocampo C.
Fotografías: Arlos Montoya
- El Rincón Rupestre.
Corría el año de 1996, en Cancún los espacios subterráneos y subalternos en los cuáles la banda pudiera expresarse escaseaban. En ese momento yo estaba saliendo de la secundaria, y la escena rockanrolera en esta ciudad tomaba forma. Se podía escuchar en los hoyos Funk a diversos grupos como Prorroga, Polvo de la Urbe, Magia Negra, entre otras bandas que ahora no recuerdo, la mayoría de ellas participando en el Colectivo La neta No igual y sí, impulsado por el Chapulin Rock. El modo de difusión era el Programa nuestro Rock, que se trasmitía todos los sábados de 1:00 a 2:00 de la tarde en el 15.9 F.M. Los espacios para la literatura eran pocos, estaba la Casa del escritor, pero por alguna extraña razón, los jóvenes suburbes no nos asomábamos por allá debido a una absurda pero entendida división simbólica identitaria: Lo fresa y lo nosotros.
Cancún no tenía muchos espacios de esparcimiento ni recreación, para muchos, ir incluso a la casa de la cultura implicaba un gasto, pero además, lo ahí ofertado no era de interés para nosotros, quienes aún poseíamos –y por el tiempo y espacio vivido-, el estigma de la alta cultura y la cultura popular, la cultura de masas manifiesta por Habermas, aún no tocaba nuestra sensibilidad juvenil ni nuestro bolsillo, lo que nos llevó a la necesidad de abrir un espacio alternativo de libre expresión, en el que la banda pudiera compartir sus rolas, sus poemas y más choros. Así, en una casa de la Reg. 231 abrió El Rincón Rupestre, un espacio fuera de lo común por varias razones: era una zona irregular, por lo que se tenía que caminar unos 200 metros sobre una terracería, para poder llegar, lo primero que se veía era una albarrada, un patio grande y detrás una palapa. Su nombre se debe al manifiesto Rupestre escrito en la década de los 80 por el finado Rockdrigo González. La analogía era muy evidente; ninguno de los poetas, escritores y/o músicos que participábamos en las noches de música y poesía, éramos ni intentábamos ser profesionales, lo único que buscábamos era un espacio autogestivo de libre expresión y con identidad propia. Las primeras reuniones se realizaron dentro de la palapa, asistían unas 7 u 8 personas, la mayoría jóvenes de preparatoria. Al paso del tiempo conseguimos un amplificador, una base para micrófono y un micrófono de los más económicos. Sacábamos algunas sillas al patio y ahí se armaba la tertulia. Varios jóvenes de distintas Regiones se dieron cita en ese espacio. Con el paso del tiempo y gracias al trabajo conjunto, pudimos realizar un fanzine político cultural llamado el Tlacuache, siempre con un significado y una metáfora; los tlacuaches al igual que los originarios de estas tierras, han sido perseguidos y exterminados, pero siempre se resisten a morir.
Para 1999 y con el apoyo y solidaridad de más compañeros, pudimos tener en el espacio a Arturo Meza, a Fernando Medina Ictus, músicos ya reconocidos en la escena del rock underground mexicano. Así transcurrieron los años con la presencia de más personas, no sòlo músicos, también intelectuales y escritores de otros lugares como el finado Vampiro de la banda de rock urbano Sur 16, el Llanero Solitito del grupo Cultural Cleta, Charly Montana, el legendario Rius, Javier Elorreaga Verdegué, Lalo Laredo, Ofelia Medina, hasta la visita a ese espacio en 2006, del Subcomandante Marcos, ahora Galeano.
La vida cultural del Rincón Rupestre no puede entenderse al margen de su acción política. Declarado Zapatista, impulsó las actividades y talleres así como encuentros del ahora extinto Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), tanto local, regional, estatal e incluso con presencia internacional. La actividad del colectivo sigue presente en distintos espacios, en distintas formas, en distintas trincheras, los gritos necios se siguen escuchando y la bandera de rebeldía no deja de hondearse.

- No tribus.
A diferencia de otras manifestaciones culturales, los chicos que asistían al espacio de Rincón Rupestre, en realidad no pertenecíamos a alguna tribu de las denominadas urbanas, a diferencia de lugares como el extinto DF, ahora CDMX, el espacio acuñaba a distintas ideologías y gustos musicales, sí, todos girando alrededor del rock, pero no de manera diferenciada, es decir, convivíamos desde punks, roleros, poetas, urbanos, metaleros, paperos, hasta escritores, quizá el común denominador fueron el deseo de la libertad creadora, la justicia y la libertad de expresión. Lo anterior fue interesante, pues muchas de las manifestaciones subculturales y contraculturales, tienen elementos simbólicos definidos que los diferencian de los demás y los llevan a reivindicar su YO frente a los demás grupos, algunos de esos elementos simbólicos se pueden identificar en el lenguaje, sin embargo, ahí cabía una gran diversidad de pensamientos. Lo anterior no era de extrañarse, Cancún se empezaba a configurar como ciudad y las manifestaciones urbanas juveniles se empezaban a crear a partir de la gran diversidad cultural que aportaba una sociedad flotante como la que en ese momento habitaba nuestra ciudad.

En términos de manifestación sociocultural, lo que demostró el fenómeno de integración cultural expuesto por el desarrollo y creación del Rincón Rupestre, es que no siempre se generan denominadas tribus urbanas, es decir, ese tipo de prototipos nacen en función de contextos particulares y necesidades específicas de clima social, en el caso de nuestra ciudad, lo que se generó fue una serie de manifestaciones culturales diversificadas que lograron encontrarse en un espacio común libre de prejuicio y persecución tanto política como de iguales. Por una lado no hubo –al menos hasta ese momento- persecución política, porque los jóvenes no éramos un peligro para los intereses del Estado –quienes estaban más preocupados en sacarle jugo a su cochinito de engorda llamado Cancún- como en otros lugares, y de iguales, es decir, de grupos similares, porque todos logramos coincidir en un espacio en constante crecimiento y construcción, lo que si no podemos negar, es que la persecución policial se dio desde los primeros eventos culturales y políticos. El espacio tuvo éxito porque no fue permeado por institución política estatal alguna, pero sobre todo, porque nació de la una cultura auténtica y real, por eso ahora, decimos y seguiremos diciendo que, necesitamos más espacios para construir, en los que sean los jóvenes los actores y no el insumo económico y político de algún partido, mientras eso no suceda, abajo seguiremos soñando utopías mientras arriba seguirán cosechando rencor y desprecio.