Selección e introducción
David Anuar
Al mar dije que no.
Dije también ya no más cielo,
ya no más canto al manantial
ni al eco grácil y purísimo
de sus aguas que bajan
de la más alta inmensidad.
Juan Domingo Argüelles
Los versos del epígrafe anterior, pertenecientes al poemario A la salud de los enfermos (1995), marcan un hito en la poética de Juan Domingo Argüelles, que en libros precedentes había gravitado en torno a la nostalgia del terruño natal, territorio de olas y de playas, a ese mar que siempre regresa, a ese merecimiento del alba primigenio y fundante, y si bien es cierto que en libros posteriores retornará en cierto modo a estos temas, A la salud de los enfermos se configura como una corriente alterna, como una contramarea. Y es que en la tradición literaria de Quintana Roo, particularmente dentro de la poesía, hay ciertos temas que se han vuelto reiterativos, entre ellos el de la naturaleza (tanto marina como selvática), la cultura maya, la migración y el viaje, la nostalgia, la búsqueda y problematización de la identidad, así como la fundación y la vida de las urbes fronterizas y turísticas.
A nivel histórico, existen dos posturas respecto a la tradición literaria del estado de Quintana Roo, por un lado, la más aceptada y difundida (Argüelles, 1990; Labrada, 2011), que ésta inicia en la figura del chetumaleño Antonio Leal (1949), en la década de los sesenta en la Ciudad de México, con la publicación de algunos poemas de Duramar en la revista Mester, dirigida por Juan José Arreola (Labrada, 2011: 13). Así, la tradición literaria del estado de Quintana Roo contaría con apenas medio siglo de existencia. La otra postura, representada por Ramos Díaz (1997) y por quien escribe estas letras (González Vázquez, 2014), toma como antecedente literario la actividad escritural del XIX en la zona oriental de Yucatán, territorio geográfico que en un futuro llegaría a ser Quintana Roo. Y lo cierto es que la escritura es más bien poca y se reduce a un poeta, Wenceslao Alpuche (1804-1841), quien habitó en el poblado de Tihosuco, cuya obra fue publicada póstumamente, en la cual se encuentran poemas altamente significativos para la tradición literaria de Quintana Roo como “Vuelta a la patria” (1887) donde se tematiza la nostalgia por el terruño natal y su entorno natural, o “Fábula” (1887), donde se problematiza la situación de los grupos mayas y se atisba una suerte de profecía sobre la mal llamada “Guerra de Castas”. En esta segunda postura, más flexible, la tradición literaria quintanarroense suma algo más de siglo y medio de existencia, y podría incluir otros autores yucatecos significativos para esta tradición, como Luis Rosado Vega con su libro Poema de la Selva Trágica, escrito y publicado en 1937 en el entonces Territorio de Quintana Roo.
Independientemente de que se tome partida por una postura u otra, el hecho es que existe una tradición literaria en el estado de Quintana Roo donde brillan nombres de relevancia nacional e internacional como Antonio Leal, Luis Miguel Aguilar, Juan Domingo Argüelles, Ramón Iván Suárez Caamal, Javier España, Miguel Ángel Meza o Agustín Labrada, todos ellos autores nacidos entre la década de los cuarenta y sesenta. En los setenta tenemos voces como las de Ever Canul, Rodolfo Novelo Ovando, Jesús Fuentes Allen, Gustavo Barrabás Buitrón, Daniel Cabrera Padilla, Omar Ortega Lozada y Adriana Cupul Itzá. Ya en los ochenta nos encontramos con autores como Jorge Yam, David Guerrero, John Mcliberty, Meztly Suárez Mcliberty y David Anuar. Y por último, la década de los noventa, con la generación más reciente de poetas jóvenes cuyas voces se conjuntan en este dossier. Entre ellos figuran José Antonio Íñiguez, Melbin Cervantes, Cristian Poot y Laura Angulo.
Como toda literatura que se precie de tener tradición, las nuevas generaciones transitan terrenos poéticos de cambio y permanencia. La generación de los noventa en el estado de Quintana Roo no es la excepción, pues si bien el tema de la naturaleza sigue presente en sus versos, como se puede apreciar en Melbin Cervantes, Cristian Poot y Laura Angulo, la vertiente marina ha perdido fuerza en comparación con la selvática, como dijera Juan Domingo Argüelles “Al mar dije que no”. De igual forma, en líneas generales, hay un sentimiento de nostalgia, de pérdida del entorno natural, quizá influenciada por los severos desequilibrios ecológicos que afectan a la región. A pesar de que la poetización de lo marino ha perdido fuerza, Cristian Poot y su poema “Conocer el mar”, así como el poema “Sigo las huellas que dejó el silencio”, son buenos ejemplos de que esta vertiente sigue presente en la poesía reciente de Quintana Roo. Respecto al tema de lo selvático, éste se aprecia en poemas como “Voz de insecto” de Melbin Cervantes, o “Caminos de la orquídea” de Laura Angulo.
El asunto de la nostalgia también levanta la mano en poemas como “Taxonomía de aves” e “Infancia remota”, ambos de Cristian Poot; asimismo, “Algún día”, de Laura Angulo, plantea el problema del retorno a la ciudad natal, e implícitamente pone sobre la mesa el complejo tema de la migración.
A la par de lo anterior, surgen nuevos senderos, sobre todo en la poesía de José Antonio Íñiguez y su heterónimo Aurelio Macó, quienes en líneas generales apuestan por una poesía crítica, profundamente irónica, y de vez en cuando paródica, que recuerda en mucho a la antipoesía de Nicanor Parra. En los poemas de Íñiguez-Macó hay una intento de desestabilizar el sistema metafísico Occidental, ora arremetiendo contra la unidad del yo, ora contra la idea trascendental de Dios, e incluso deconstruyendo formas poéticas como el haiku, el cual tiene una fuerte raigambre en el terruño quintanarroense gracias a la actividad poética de Ramón Iván Suárez Caamal y el taller literario Syan Ca’an.
Otra tendencia interesante, aunque a primera vista contraria a la de Íñiguez-Macó, es la de Melbin Cervantes, quien presenta una poesía metafísica, de búsqueda en el lenguaje y sus silencios, que recuerda en ciertos aspectos la primera producción de Javier España en Presencia de Otra Lluvia (1996) o Agonía de las máscaras (1998). Así, Melbin utiliza un lenguaje por momentos críptico, oscuro, que busca un más allá que, aparentemente, desemboca en la nada y sus silencios.
Respecto a los criterios para llevar a cabo la conformación de este dossier se siguieron principalmente tres: 1) incluir autores nacidos en la década de los noventa (la generación más reciente); 2) tener al menos un libro publicado o en proceso de publicación; 3) la calidad estética de su obra; 4) incluir una muestra de entre tres a cuatro poemas por autor. El orden de presentación es cronológico, y dentro de la selección hecha de cada autor se muestran primero los textos publicados en libros y posteriormente el material inédito.
Una observación importante es que la primera autora del conjunto rompe con los criterios antes enunciados, y es que se incluye a Adriana Cupul Itzá en este dossier como homenaje a su actividad poética, que fue truncada por la dura sombra de la muerte cuando apenas contaba con 26 años de vida. Sean, pues, estas páginas un tributo a su memoria y un reconocimiento a la calidad y relevancia de su obra poética en el panorama de las letras quintanarroenses.
Cambios y permanencias se aúnan en la contracorriente que es la generación de los noventa, sea entonces este dossier una invitación a indagar en las mareas y contramareas de la poesía escrita en Quintana Roo.
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ADRIANA CUPUL ITZÁ
(HOMENAJE)
PALABRAS DEL FUEGO
(Fragmento)
Del libro Tsunamis inconclusos (2002)
1.
Antes del principio
de los códices
y de las estelas
sólo ruido y silencio conversaban
Un día el silencio quiso ser alguien
los dioses
nos quemaron de pasión las manos
Seguramente de algo era el principio:
de amor y palabras
El primer hombre silencio
después nada
Me duele tanto el sol
en verdad me duele cuando no mata
En esta astilla de luz
el silente habla por todos
¿Acaso se desangra en la leña seca,
en olvido,
el aire que lo lleva a todas partes?
Un hombre cuando nace es ruido
Palabra le dio nombre
y fue una gota de ámbar
Un hombre furtivo es un hombre alegre
su boca se consume como un cirio
Muda su mentira
cuando le trague los ojos
cuando le toque las garras
Gritará en la celda de los domados
Aprenderá a hablar
y a comer palabras
Se quedó para siempre
esta reencarnación
el polvo lo pronuncia todo el tiempo.
PALABRAS DE UN ÁRBOL SECO
(Fragmento)
Del libro Tsunamis inconclusos (2002)
2.
Cada vez que veo un árbol seco
el vacío me inunda con sus ramas
3.
Algún día escribiremos en la piel del hombre
la historia del cedro
4.
Como un hijo del cedro
me sostengo
de mi padre árbol
CASA INDÍGENA
(Fragmento)
Del libro Tsunamis inconclusos (2002)
Hay que construir junto a un lago
la casa indígena
Poner sobre cada piedra
el alma de los animales
algunas ciruelas o guayabos
En un costado
dibujar a las mujeres que danzan
a la intemperie
para que el sol las madure
como un fruto excitado
Y las mujeres
ya se dirigen a la ceremonia
ya todas van a los partos
en Cuzamil
Cozumel de los bordados
2.
Mi madre dialoga con el fuego
Porque se cansó de esperar a mi padre agua.
ALOJARME DE TODO
(Fragmento)
Del libro Tsunamis inconclusos (2002)
1.
En este instante
donde todo cae como una moneda falsa
y los momentos no quieren retroceder
al corazón en pésima hendidura
deja todo
y sal a pasear con los tsunamis
A esta hora donde todo se vuelca
y sólo unos ojos claros
se rompen en pedacitos de cristal
rema
para que sólo el cielo
te vigile
como una pájara
segura y loca
Adriana Cupul Itzá (Bacalar, 1979-2005). Formó parte del taller literario Syan Ca’an, coordinado por el poeta Ramón Iván Suárez Caamal. Estudió la licenciatura en Educación Primaria en la Escuela Normal Superior “Javier Rojo Gómez”. Mención honorífica en el concurso de hai-kús “Eraclio Zepeda” (1991) y segundo lugar en el mismo certamen (1992). Participó en el XIV Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores (1994). Mención honorífica en el concurso estatal de poesía “Ramón Iván Suárez Caamal” (1995), y segundo lugar en el concurso Cancún 25 Años (1995). Primer lugar en el concurso convocado por el Centro de Estudios de Bachillerato de Bacalar (1996). Primer lugar en los VII Juegos Florales de Isla Mujeres (1998). Fue becaria del PECDA (2001) con el proyecto Catarsis de la fe. Publicó en las revistas Tierra Adentro, A duras páginas y Genali. Incluida en las antologías En la puerta del cielo (1995), Hai-kús, Álbum de familia, Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México. Poetas nacidos en el período 1960-1989 (2008), Voces del agua (2013). Autora de Poseída por la luna (1994), Máscara indígena (1997) y Tsunamis inconclusos (2002), así como de los poemarios inéditos Instante y la lluvia y Catarsis de la fe. Esta joven promesa de las letras quintanarroenses, desgraciadamente, falleció el 30 de noviembre de 2005 en la ciudad de Mérida, Yucatán, a causa de un accidente carretero ocurrido el domingo 27 de noviembre en el tramo Tulum-Felipe Carrillo Puerto, del estado de Quintana Roo. Tras su muerte, se han efectuado diversos homenajes para honrar su memoria, entre ellos asignar su nombre a una escuela primaria en Playa del Carmen, y recientemente, en junio de 2014, se llevó a cabo una exposición fotográfica de Yenny Gaona titulada Tsunamis inconclusos.
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JOSÉ ANTONIO ÍÑIGUEZ
ITINERARIO
Cruzo la avenida Juárez
para entrar directo a la memoria.
Cruzo la memoria
para entrar a la sala de espera del infierno.
Cruzo el infierno
para sentarme debajo de los ojos de Adonai.
Cruzo los ojos de Adonai
para otear de frente el infinito.
Cruzo la verdad del infinito
para entrar directo a la pregunta.
Cruzo la pregunta
para verme, sucio, acostado en la banqueta.
ANTIHAIKÚ
ronca el amo sobre la hamaca
el perro mientras tanto
se acerca al charco de baba y se contempla
ANTIHAIKÚ 2
todos somos Bashō:
una rana en cámara lenta
salta un estanque en National Geographic
HAIKÚ DE SEMANA SANTA
recién clavado el Cristo
el conductor del programa:
manda a anuncios comerciales
José Antonio Íñiguez (Cancún, 1991). Ha publicado en diversas revistas como Puf!, Tropo a la uña, Rio Grande Review, Bistró, entre otras. Ha publicado el libro Nueva tierra (Sikore, 2017). Actualmente es coeditor del fanzine de poesía Cracken (de próxima publicación) y coordina el laboratorio de poesía del CCL.
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MELBIN CERVANTES
VOZ DE INSECTO
Del poemario Las huellas que dejó el silencio (2016)
Voz de insecto, gritos de frágiles alas,
una pequeña silueta bajando de la noche.
Gastada, marchita, cae sobre la roca la luciérnaga.
Los grillos transfiguran la piedad con sus llantos bajo la luna.
Las patas de la libélula acarician la nuca apagada de la luciérnaga.
Alrededor de sus estatuas, se reúnen las hormigas respirando cementerios.
El castañeo fúnebre del viento atrae fugaces alivios hacia las calandrias,
se mueve la hierba, la roca es un suave fruto de blanca carne, que retiene el agua
de la lluvia, que con tibieza se esparce sobre el mortuorio pasaje otoñal.
SIGO LAS HUELLAS QUE DEJÓ EL SILENCIO
Del poemario Las huellas que dejó el silencio (2016)
Sigo las huellas que dejó el silencio
atiendo en suspenso las voces de la playa
que llamean entre el fuego líquido del Caribe.
Es Leviatán quien desea jugar en estas aguas,
trayendo cantos y sollozos.
La gran serpiente baja sofocada de los muros
blanquecinos del cielo,
conmoviendo la marea; en su vientre,
nacen de espuma: golondrinas blancas.
Veo caras en la linfa agitada de los cangrejos de pardo flabelo,
devorados por la clara serpiente.
Soy tan solo un rostro de brillo que dura un instante
en el vientre azul vertido en el mar.
Entre piedras y silencios, la oscura noche vuelve,
paseando un vestido de marismas y vientos,
la marea me regresa a los restos calcinados de la playa.
Puedo seguir buscando, el cuerpo derrocado del silencio.
Puedo, lo encuentro, agitando, borrando las huellas,
repartidas en la médula de la arena.
EL LENGUAJE DE LA PIEDRA
Inédito
Sobre ríos que no cesan
viaja el lenguaje de esta piedra
El castigo Agamenón es vestir de culpa
Empapar nuestra frente de hiel
empujados por el frío de la noche
por un acantilado de pesadillas
Comer el pan de la gangrena el fruto
afilado de la espera por el beso árido
de la mortandad
El jadear de los caballos es latente fuego
Nos persiguen los jinetes y sus espadas
¿Somos cobardes? ¿Habrá defensa para nuestras faltas?
El lenguaje de esta piedra que tenemos
por corazón: sólo sabe nombrar
lo descuartizado y vitupera lo sagrado
El castigo Agamenón es ser lacayos
de nuestra propia ruina.
Melbin Cervantes (Cancún, 1991). Ha colaborado en revistas literarias digitales como Sak-ha de la Escuela de Escritores de Yucatán, Bistró Magazine, literatura y poesía y Válvula Magazine. En 2015 obtuvo mención honorífica en el concurso de poesía Flores a Cozumel, y en 2016 segundo lugar de Narrativa Memorias de Una Isla. Autor de Las huellas que dejó el silencio (2016). Actualmente radica en Cozumel.