Alfredo Francisco Yanez Montalvo nació en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo (Junio, 1986). Actualmente es estudiante de doctorado en ciencias. La escritura un oficio: estar en el constante contacto con ella es una necedad de aprendizaje.
Escribe cuentos y vive la poesía. Espera que la poesía llueva sobre él, no es tan fácil hacer llover. Ha participado en encuentro de escritores en Bacalar los años 2016 y 2017. Posee publicaciones en revistas electrónicas como: ECOFronteras y delaTRipa. Actualmente, prepara un libro de cuentos “color del viento” y el poemario “Lagarto y Ceiba”.
Correo electrónico del autor: yanez.af@gmail.com
Actualmente radica en Chetumal Quintana Roo.
Ella y Ella
Esta y todas las noches
mis brazos como puertas abiertas
esperan tu llegada.
Se acerca olor fresco
mojada tierra
La luz hiere los espacios de oscuridad
Sigilosos pasos a tu desnudo cuerpo
mis serpentinos brazos te aprietan
Construyo un sendero de besos
desde tus temblantes pechos
hasta el vaivén de tu vientre. Ahí
cuatro labios
una lengua
estallan los cuerpos.
los ojos cerrados
la piel recién erizada
pequeño ruido de placentera sonrisa
El amor se había hecho
se hizo
lo hicieron
nadie sabe que ocurrió primero.
II
Ella: Soledad
La soledad tiene la piel morena
camina desnuda por la habitación
se esconde debajo de la cama
detrás del espejo
detiene el reloj.
Llegará el amanecer
se irá antes que aparezca la luz
no despierta conmigo
es importante la tranquilidad-
que el marido
no empiece a sospechar.
Ella: Marina.
¿Dónde estás?
mis labios esperaban
desvestirte
enamorarse
La noche territorio
donde el amor
camina silencioso como un gato
Las historias acechan, ojos fríos-alertas
quieren ser vividas
Las calles se convierten en mares
los cuerpos son islas que buscan acercarse
Aquellos
los que no se aman;
los que se atraen
mueren entre sabanas todos los días
Mis manos
cansadas de esperar.
Ahora
duermen
aguardan soñarte
Ella: Que bueno
Que bueno que estés aquí
había olvidado tus debilidades
la reacción en tu cuerpo
cuando muerdo tu oreja derecha
tu boca poblada de historias
tu vientre de soledades
la estrechez de tus brazos
el cansancio de tu mirada
las cicatrices en tu rodilla
Que bueno que estés aquí
en la sexta despedida.
Ella: Años sin ti.
Que bello es el amor
Después de tantos años juntos
seguimos teniendo los mismos sentimientos
Ahora
tú te sientes sola
yo me siento solo.
Hechicero.
I
No me arrepiento de todo. Mate a mis papás para pagar la divinidad. Mi padre murió de un machetazo en la garganta, fue el más fuerte que puede hacer, pienso que su manzana, no permitió que lo atraviese como el machete a un coco. ¡Un tapir se está comiendo la milpa! Entre gritando esa madrugada, el viejo se arrojó de su hamaca, pantalón café delgado y sin camisa, fuimos hasta el ombligo de la siembra, me coloqué detrás de él, su espalda espejo arrugado de la luna, piel roja, agrietada y seca como la tierra. La muerte de mi madre fue caliente y amarga. Pozol espeso de la mañana, su estómago de sangre y gritos. A mamá le colgaba todo, las chichis, los parpados, la piel de la garganta como una pava, su vida era un suspiro que ayude a terminar. Poco a poco, varios cantares de gallos, comprendí el poder en mis manos antes vacías: detener el movimiento de la hamaca, despertar los sueños, alimentar la tierra, volver niños a los adultos: todo lo puedo con mis monstruos al caer la noche.
II
Tarde, tarde de viernes. Frente al muul saay, pedí la oportunidad de ser las vidas que quiero y ofrecí a cambio mi alma. Nunca conocí al alma: mi padre y abuelo decían: es un alma feroz y distraída, alma azul pájara, alma olor iswah, alma sabor lodo. Los dos veían lo no material que soy. Nunca me sentí cuerpo de esa alma. Un día, lloraba bajo la hamaca, no le hice caso, salí a jugar. Tarde, tarde de viernes: fui quien soy. El Xooch miraba, hormigas rojas salían de la tierra hacia mi cuerpo: saay mordiendo mis pies, cada uno de mis dedos: saay mordiendo mis ojos: saay entrando en mi nariz y boca, pasan por mi garganta y muerden mi pulmón, mis corazones. Saay cortan mi oreja en pequeños trozos y la llevan en sus espaldas. Sentía sus pequeños pasos dentro de mis venas. Caí como costal de elotes, desgranando mi cuerpo sobre la tierra.
III
El día despertó antes que el cantar de los gallos. En mí el poder de ser todos los míos. Todas las mañanas sacaba un tronco en frente de la casa, esperando la delgada sangre naranja del cielo, que se oxida y oscurece. El momento cuando le brillan los ojos a los gatos y los perros ladran a los muertos. En la noche soy mi sueño: pesadilla de otro. Pelos, plumas, escamas, pico y dientes: todo era yo: siendo nada.
Wuay, Wuay, Wuay- gritaba la gente que olía.
IV
Pozol con hongo en la garganta, tortilla dura para café. Ayer era verde serpiente reclamando vida. Iba a ocurrir, después de la última lluvia, sabemos que algún día volverá. ¡Andrés, Andrés!, no venía a comer a tus hijos, sí a tu esposa. Este patio lodoso –no pude correr más rápido- La bala descansa en mi pecho, aún es metal caliente, me roba el aire y aprieta mis ojos. La muerte viene en forma de cochino, me comerá y me hará mierda.